La última vez que Cindy Madrid Henríquez, una inmigrante salvadoreña, habló por teléfono con su hija Jimena de seis años, la niña comenzó quejándose de tener que lavar su cabello con jabón en barra en lugar de champú. Ella se encuentra en un albergue de niños en Arizona. Su cuero cabelludo estaba seco y con picazón, tenía caspa. Entonces sus preguntas se convirtieron en miedos: ¿y si su cabello comenzaba a caerse? ¿Qué tal si su cuero cabelludo se infecta? Cuando, finalmente, ella gimió, ¿llegaría su madre a salvarla?
Madrid, que se encuentra en un centro de detención a 1,000 millas de distancia en el sur de Texas, dijo que la mayoría de las llamadas telefónicas con su hija van por ese camino: un dilema relativamente rutinario que se convierte en una crisis total. Y no hay mucho que Madrid pueda hacer, excepto mantener la calma y rescatar a su hija de sus límites emocionales.
“Ella dice una y otra vez, ‘Mami, quiero estar contigo’”, dijo Madrid, que tiene 29 años. “Le digo: ‘Lo sé. Estaremos juntas pronto. Hasta entonces, tienes que ser fuerte’”.
Esas llamadas telefónicas, los martes y jueves, son lo que la han mantenido fuerte, dijo, en las tres semanas desde que las autoridades de inmigración la separaron de su única hija. Eso forma parte de la política de tolerancia cero de la administración Trump, que exigía el enjuiciamiento criminal de todas las personas atrapadas al cruzar la frontera de manera ilegal — incluidas aquellas, como Madrid, posteriormente solicitaran asilo. La difícil situación de las dos captó la atención internacional cuando ProPublica publicó una grabación hecha en secreto dentro de un centro de detención de la Patrulla Fronteriza y capturó los gritos angustiados de Jimena en busca de ayuda después de que los agentes la separaran de su madre.
Sus súplicas dieron voz al impacto que la represión de la administración Trump estaba teniendo sobre los más de 2,300 niños que fueron separados de sus padres desde que la política se lanzó oficialmente en marzo. Sin embargo, informes recientes indican que centenares adicionales de familias fueron arrastradas en un piloto de prueba del programa realizado el año pasado. La creciente presión política obligó a la administración a anunciar que dejaría de separar a los inmigrantes de sus hijos y reuniría a los que ya habían sido afectados. Aún así, no ha habido alivio para aquellos como Madrid y su hija. Por el contrario, su caso muestra que la retirada de la cero tolerancia podría ser tan desordenada y dolorosa como su lanzamiento, ya que ella y otras familias inmigrantes intentan reunirse con sus hijos mientras solicitan asilo por separado.
Los movimientos de la administración — o la falta de ellos — indican que no se quiere que los solicitantes de asilo lo tengan en ambos sentidos, a pesar de los fallos judiciales que les ordenan hacerlo. En términos mordaces, la semana pasada, un juez federal en San Diego emitió un mandamiento judicial contra las separaciones familiares e instruyó a la administración para reunir a los niños inmigrantes con sus padres antes del 26 de julio. Funcionarios del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (conocido como ICE por sus siglas en inglés) han afirmado repetidamente que tienen un “proceso bien coordinado” para cumplir esa orden. Sin embargo, hasta ahora han mostrado pocas señales de ello.
En cambio, la administración sigue comprometida con los objetivos que inspiraron la cero tolerancia desde el principio, disuadiendo a las personas de buscar asilo, considerándolo un “vacío legal” que los inmigrantes no merecedores utilizan para obtener entrada legal en el país. La administración ha intentado revocar una decisión que desde hace décadas prohíbe que los niños inmigrantes permanezcan detenidos más de 20 días. Los inmigrantes que ya viven en Estados Unidos, que son familiares de los niños detenidos y que expresan su voluntad de cuidarlos deben asumir los exorbitantes costos de viaje. Además, deben someterse a pruebas de ADN, toma de huellas dactilares y otras revisiones de antecedentes, sin garantías de que la información obtenida no se usará para otros fines. Los agentes de la Patrulla Fronteriza han rechazado físicamente a personas que se presentan para el asilo en los puertos de entrada, diciendo que no hay espacio suficiente para procesar a los nuevos solicitantes. Mientras tanto, los jueces de inmigración están estableciendo fianzas tan altas que los detenidos no pueden pagarlas.
“Su conclusión es que quieren que las personas sean detenidas a través del proceso de asilo”, dijo Joan Friedland, una veterana abogada de inmigración en Nuevo México. “Es el más punitivo. Es donde las personas tienen menos probabilidades de tener acceso a un abogado y prevalecer. Hace que las personas quieran renunciar a sus solicitudes y regresar a sus países de origen”.
Fuera de las llamadas de prensa cuidadosamente guionizadas, los funcionarios de ICE, el Departamento de Seguridad Nacional y el Departamento de Salud y Servicios Humanos (conocido como HHS por sus siglas en inglés) rara vez responden a las preguntas más básicas de los medios sobre el destino de los padres que han sido separados de sus hijos: cuántos siguen detenidos, cuántos han sido deportados, cuántos se han reunificado. Y cuando responden a preguntas, ofrecen estadísticas y lógicas cambiantes.
En una conferencia de prensa realizada el jueves, encabezada por el secretario del HHS, Alex M. Azar, la administración dijo que tenía a su cuidado a unos 3,000 niños — un número mucho mayor que los 2,057 que reportó al Congreso la semana pasada. Las autoridades, dijo, no habían determinado cuántos de esos niños habían sido separados como resultado de la política de tolerancia cero y cuántos simplemente habían sido separados de sus padres durante sus viajes. Su agencia ha traído a 230 más personas más para cumplir con la fecha límite de reunificación de la corte de San Diego, añadió, aunque no pudo decir cuántos niños se habían reunido con sus padres hasta el momento. La semana pasada, Azar le dijo al Congreso que 500 niños ya se habían encontrado con sus familias.
Al seguir a Madrid y a Jimena, esperaba seguir también el proceso y su impacto en quienes lo atraviesan. Pero incluso eso se ha topado con resistencia y reglas arbitrarias. Durante la semana pasada, hice varios intentos para visitar a Madrid. Después de acordar reunirse conmigo por teléfono, Madrid declinó mi solicitud oficial. Posteriormente, escribió y firmó dos cartas diciendo que había cometido un error y expresó interés en verme. Pero cuando compartí esas cartas con funcionarios de ICE en Texas, se negaron a procesar una nueva solicitud. En un correo electrónico, el portavoz Carl Rusnok me acusó de “acosar” a Madrid y escribió: “Para nuestros oficiales de ICE ya extremadamente ocupados, preguntar repetidamente al mismo individuo sobre una solicitud del mismo medio de comunicación podría interpretarse como coercitivo”.
Como resultado, solo he podido hablar con Madrid por teléfono, lo cual, como cualquiera que haya tenido que depender de los teléfonos del centro de detención sabe, es una alternativa imperfecta y estresante. Por razones poco claras, la calidad del sonido de las llamadas es terrible: Madrid suena como si estuviera hablando desde el espacio — con una manta que amortigua las palabras al azar. Sé que pierdo frases clave y debo pedirle constantemente que las repita. No puedo leer su lenguaje corporal. Ella no puede leer la mía. Y la conexión humana que permite a un periodista obtener una comprensión de los antecedentes y perspectivas de una persona es imposible. Es una experiencia profundamente frustrante para las dos. Peor, me imagino, son las llamadas de Madrid con Jimena.
Madrid dice que ella ha sido un desastre emocional desde el momento en que le quitaron a su hija. Su agonía sólo aumenta a medida que transcurren los días sin respuestas sobre si ella y Jimena se reunirán, o cuándo, o por lo menos noticias sobre cómo le está yendo a su hija. ¿Está comiendo bien? ¿Cómo está durmiendo? Ella no ha dormido sola en toda su vida. Siempre duerme en una cama con su madre o abuela.
“En seis años, solo había estado alejada de ella por dos noches”, dijo Madrid. “Y cada vez, ella me hizo prometer que nunca más estaría lejos de ella. Ella lo odiaba. Somos increíblemente unidas”.
¿Habría hecho el viaje si hubiera sabido que estaría separada de su hija? “No”, dijo, “no hubiera venido”.
Pero Madrid dijo que quedarse en El Salvador tampoco era una opción. En una declaración jurada que es parte de su solicitud de asilo, escribió que a principios de este año, un líder de una pandilla salvadoreña disparó y mató a su novio mientras ella caminaba mano a mano con él. El pandillero amenazó con matar a Madrid también a menos que guardara silencio, relató. Ella dijo que reportó el asesinato a la policía, pero que el pandillero nunca fue arrestado.
La declaración jurada decía que Madrid observó que los agentes de policía y los pandilleros “hablaban y salían como viejos amigos”.
Semanas después del asesinato, dijo Madrid, el pandillero responsable se acercó a ella y a Jimena en un mercado. Ella dijo que amenazó con secuestrar a su hija si alguna vez las volvía a ver.
“No salimos de la casa después de eso”, dijo Madrid. “Cuando un pandillero dice algo así, no están jugando. Estábamos aterrorizadas”.
Madrid decidió llevar a Jimena a los Estados Unidos, donde Madrid tiene dos hermanas, y Jimena tiene cuatro primos queridos. Durante su primer intento en abril, llegaron hasta el norte de México, donde hay una violencia desenfrenada entre los carteles. Ella y Jimena fueron interceptadas por las autoridades mexicanas y deportadas a El Salvador. Partieron de nuevo en mayo y cruzaron el Río Grande en balsa hacia Texas a mediados de junio.
“Fue un viaje largo y difícil”, dijo Madrid. “Pero Jimena se portó muy bien. Todos sus primos están en Estados Unidos. Ella estaba muy feliz de venir a vivir con ellos”.
Madrid dijo que no tenían idea de que estaban caminando hacia la tolerancia cero. Una de sus hermanas había emigrado a Estados Unidos hace un par de años, también huyendo de la violencia de las pandillas. Esa hermana solo estuvo separada de su hija por unas horas, mientras ella defendía su caso en la corte. Y luego madre e hija fueron liberadas bajo fianza. Madrid le dijo a su abogada, Thelma O. García, que ella pensó que eso era lo que estaba sucediendo cuando un agente de la Patrulla Fronteriza se llevó a Jimena.
“Jimena estaba gritando por su madre”, dijo García que le dijo Madrid. “Cuando Cindy preguntó qué estaba pasando, el agente le dijo que no se preocupara. Solo estaba tomando a Jimena mientras Cindy iba a la corte. Solo se separarían unas pocas horas. Ahora sabemos que eso fue una mentira”.
García dijo que las autoridades han comenzado a revisar la solicitud de asilo de Madrid para determinar si sus temores de persecución son creíbles. La abogada dijo que cuando se reunió por primera vez con Madrid, fue difícil lograr que se concentrara en los incidentes que la llevaron a huir de El Salvador. “Su única preocupación era su hija, y lo que tenía que hacer para reunirlas lo más rápido posible”, dijo García. “El resto no parecía importar”.
Lo que debilita aún más el caso de Madrid, dice García, es que las solicitudes de asilo de ella y de Jimena se están moviendo por separado ante jueces diferentes que decidirán si sus reclamos merecen una audiencia completa. Madrid ha tenido noticias de muchos otros padres cuyas solicitudes han sido denegadas y que han sido deportados sin sus hijos. Está preocupada de que le pase lo mismo.
“No quiero irme sin mi hija”, dijo.
Sin embargo, mientras que sus reclamos están bajo revisión, Madrid quiere que su hija sea liberada y puesta bajo el cuidado de su hermana en Houston. Su abogado dijo que las autoridades están revisando la solicitud, pero no han indicado cuándo podría suceder.
Mientras tanto, Madrid se consuela con las docenas de otras madres que se encuentran en la misma situación en el centro de detención de Port Isabel. Hay 75 mujeres en sus barracas, dijo. Y ella se ha acercado a algunas de ellas. Intercambian los consejos que obtuvieron de sus abogados para prepararse para las llamadas entrevistas de “miedo creíble” que forman parte de los casos de asilo. Comparten pasteles y frutas que llegan ocasionalmente en paquetes de provisiones. Y hablan sobre sus llamadas telefónicas con sus hijos. “Por la noche se escucha que estamos llorando hasta lograr dormir”, dijo Madrid.
Madrid dice que intenta no llorar cuando habla con Jimena. Y se le ocurrió un truco para que tampoco llore Jimena: libros para colorear. Madrid comentó que le dijo a Jimena que ha empezado a colorear dibujos para enviarle a su hija por correo, o que guardará hasta que se vean. Le pidió a Jimena que hiciera lo mismo. En el teléfono, hablan de sus últimas obras de arte.
Madrid dice que está trabajando en la imagen de una muñeca con piel morena. Lleva un vestido rosa con adornos amarillos y una corona de flores anaranjadas. Jimena está coloreando una imagen de dos osos abrazándose, rodeados por un corazón.
“La hace feliz sentir que estamos trabajando juntas en un proyecto”, dijo Madrid sobre su hija. “Nos mantiene conectadas, por ahora”.