En la noche del 27 de mayo, una mujer joven recién asignada a la embajada de Estados Unidos en La Habana escuchó un ruido molesto en su casa en el barrio de Playa. Siguiendo las instrucciones que había recibido, llamó por teléfono a un oficial de seguridad de la embajada quien vino rápidamente a investigar. Él escuchó algo, también.
Los dos empleados de la embajada fueron evacuados de Cuba poco tiempo después. En el Centro para Lesiones y Reparación de Cerebro de la escuela de medicina de la Universidad de Pennsylvania, se determinó que tenían síntomas de conmoción cerebral similares a los que fueron encontrados en 2017 en 24 americanos, y un grupo más pequeño de canadienses, todos los cuales también habían prestado servicio en Cuba.
Los nuevos casos de La Habana—además de lo que el Secretario de Estado, Mike Pompeo, llamó los problemas médicos “muy similares y totalmente consistentes” de una joven oficial consular en China—avivaron temores de que diplomáticos americanos estaban siendo el objetivo de un enemigo misterioso con alta tecnología actuando a una escala global.
Sin embargo, más de un año después de que la CIA cerrara secretamente su estación en La Habana y el Departamento de Estado sacara a la mayoría de sus diplomáticos de Cuba en respuesta a los incidentes allí, intensificando una nueva y amarga guerra fría entre los dos países, investigadores estadounidenses todavía no tienen una idea clara de quién o qué causó la enfermedad de los americanos.
Una vasta investigación ha utilizado agentes federales, oficiales de inteligencia y expertos en defensa, además de científicos y especialistas médicos dentro y fuera del gobierno. Analistas han rastreado interceptaciones secretas de comunicaciones, y tecnólogos han intentado, a través de un proceso de retro ingeniería, identificar armas que pudieran producir los efectos reportados por los diplomáticos. Pero después de más de 18 meses de trabajo, los investigadores no han podido responder a preguntas básicas sobre cada aspecto clave del caso, según muchos oficiales.
“La cosa de Cuba es uno de los pocos misterios no resueltos que tenemos,” dijo un oficial de seguridad nacional de Estados Unidos. Haciendo alusión a un legendario secuestrador aéreo que desapareció de un avión sobre la región de la costa noroeste en 1971, añadió, “Hay D.B. Cooper en el avión, y hay esta cosa en Cuba.”
El episodio en La Habana el pasado mayo sigue tan inexplicable como todo lo que pasó antes. Cuando agentes del FBI inspeccionaron el hogar de la joven a principios de junio, no encontraron nada que contradijera a los investigadores cubanos que atribuyeron el ruido que ella reportó a un fallo de una bomba de agua. Pero los agentes tampoco pudieron reconciliar esta explicación con las conclusiones de los médicos que eventualmente vincularon su diagnosis a los anteriores casos de La Habana.
Nuevos detalles de cómo sucedieron los incidentes y la respuesta del gobierno—recogidos en docenas de entrevistas con diplomáticos que prestaron servicio en La Habana, oficiales de seguridad nacional y otros—sugieren que funcionarios claves de la administración Trump se encerraron casi inmediatamente dentro de la creencia que un enemigo oculto estaba atacando a los diplomáticos. La sospecha de un involucramiento cubano, fomentada por evaluaciones iniciales de la CIA, creció aun cuando los interrogantes sobre el episodio de La Habana se multiplicaban.
El gobierno cubano ha negado vehementemente tener algo que ver con las lesiones de los diplomáticos. Aferrados a lo que queda de la reconciliación histórica de la administración Obama, el líder del Partido Comunista, Raúl Castro, y otros funcionarios cubanos han prometido ayudar en todo lo que puedan. Pero a medida que las tensiones han ido aumentando, los oficiales cubanos también han insistido en que Washington deje de hablar de “ataques” que no se pueden probar.
“Creemos que todos los que se quejaron de estar enfermos estaban enfermos,” dijo el Doctor Mitchell Joseph Valdés, un neurólogo que encabezó una delegación de científicos del gobierno cubano a Washington en septiembre. “Pero esto no quiere decir que sufrieron daños cerebrales, o que fueron atacados por un arma misteriosa.”
La insistencia continuada de la administración Trump de que americanos fueron atacados ha creado divisiones notables dentro del gobierno. En informes clasificados, la CIA ha señalado a Cuba y Rusia como sospechosos probables, posiblemente en un intento de recabar inteligencia usando material antiguo o defectuoso, según oficiales. El FBI hasta se ha negado tenazmente a usar el término “ataques,” porque sus agentes todavía no han encontrado pruebas de que las lesiones fueran causadas por actores hostiles.
La Casa Blanca, a la par de líderes cubanoamericanos en el Congreso, solo ha machacado más fuerte con la presunción de culpabilidad cubana. Aunque algunos funcionarios del Departamento de Estado y el Consejo Nacional de Seguridad se opusieron a estos alegatos el año pasado, la mayoría de estos oficiales han sido remplazados con otros más en línea con la postura de la administración, según personas familiarizadas con el debate interno.
“Es muy importante que alguien debe ser hallado responsable por lo que pasó a nuestros diplomáticos,” dijo el asesor de seguridad nacional del presidente, John Bolton, durante una visita a Miami la semana pasada. “No estamos satisfechos con el desempeño del gobierno de Cuba respeto a su seguridad, así que vamos a echar una ojeada muy cuidadosa al asunto y tomar algunas decisiones.”
El conflicto también ha reverberado entre los diplomáticos y espías que prestaron servicio en la embajada de Estados Unidos en La Habana cuando los incidentes ocurrieron. Entre el personal afectado, parece haber pocos, si alguno, que no están convencidos de haber sido víctimas de un ataque. Otros, aunque simpatizan con el sufrimiento de sus colegas, sospechan que el estrés de servir en Cuba o asuntos médicos no relacionados también pueden haber jugado un papel en algunos casos.
Los síntomas de los americanos que prestaron servicio en Cuba son reales, según todos los indicios. De los aproximadamente 150 diplomáticos, oficiales de inteligencia y parientes que solicitaron ayuda médica, médicos en la Universidad de Pennsylvania hicieron pruebas más tarde a 10 hombres y 11 mujeres y dictaminaron que tenían “disfunción amplia de la red cerebral,” resultando en problemas cognitivos, de equilibrio y de movimiento de ojos.
La mayoría de los pacientes sufrieron problemas comunes como mareos, fatiga y dificultades de memoria o concentración. Un grupo más pequeño tuvieron discapacidades más inusuales, entre ellos tres casos de pérdida parcial de audición en un lado. Aunque la severidad de sus síntomas varió ampliamente, los médicos de Penn vieron un patrón parecido a una leve lesión traumática cerebral, pero sin ningún indicio de trauma—“una conmoción cerebral sin una conmoción cerebral,” dijo un médico.
El mismo patrón de síntomas fue encontrado en al menos parte de un grupo de 10 diplomáticos canadienses y familiares que solicitaron tratamiento en el centro de Penn después de irse de Cuba el año pasado, dijeron oficiales. Y médicos del Departamento de Estado vieron el mismo patrón en la joven agregada comercial en China cuyo caso fue citado por el Secretario Pompeo. (De otros 15 empleados consulares de Estados Unidos que fueron trasladados desde China para ser evaluados, se determinó que 14 no tenían una condición similar, mientras uno de estos casos no queda claro, dijo un portavoz del Departamento de Estado.)
Pero desde el momento en febrero en que los médicos de Penn publicaron su estudio del grupo de La Habana en la Revista de la Asociación Médica Americana, han surgido preguntas sobre otras posibles causas—y sobre la cuestión de si un grupo de tareas liderado por el Departamento de Estado y establecido por el Secretario Pompeo está haciendo lo suficiente para explorarlas.
Entre las explicaciones alternativas que están siendo consideradas por el equipo médico hay la posibilidad de que algunos pacientes pudieran haber sufrido un trastorno neurológico funcional, posiblemente provocado por trauma o estrés, que podría alterar su equilibrio, movimiento, visión, u otras áreas.
“Estos síntomas son muy comunes en cualquier clínica neurológica,” dijo Jon Stone, un neurólogo de la Universidad de Edimburgo en Escocia. “¿Y, dado lo comunes que son, porqué escuchamos el golpeteo de pezuñas y pensamos en cebras? Están hablando de la posibilidad de armas de las cuales nadie ha escuchado hablar. ¿Pero cuál es la cosa más plausible?”
A finales de diciembre de 2016 – poco más de un mes después de que Donald Trump fuera elegido con una promesa de terminar con la apertura de Obama a Cuba y semanas después de la muerte del líder cubano Fidel Castro—un oficial de la CIA, un hombre en la treintena, fue a la clínica médica de la embajada de La Habana. El oficial, que trabajaba bajo cobertura diplomática, dijo a la enfermera que se sentía enfermo después de haber escuchado un ruido extraño y agudo en su casa durante la noche, dijeron oficiales.
Poco tiempo después otros dos empleados de la CIA reportaron haber tenido experiencias similares, y también sentirse enfermos. Algunos describieron algo como un foco de sonido, apuntado dentro de sus habitaciones, a veces acompañados por una presión ondulante. Algunos oficiales dijeron que el ruido paraba cuando se abría una puerta.
Tanto oficiales de la CIA como diplomáticos de alto rango en La Habana sospecharon hostigamiento de bajo nivel por las fuerzas de seguridad cubanas, algo parecido a las provocaciones mutuas en que los dos bandos se habían enfrascado durante la guerra fría. Diplomáticos dijeron en entrevistas que este tipo de actividad generalmente se había desvanecido durante el periodo de normalización de las relaciones diplomáticas establecido por Obama empezando en 2014. Pero un oficial dijo que, durante los últimos meses de 2016, había habido intrusiones no sutiles en casas de personal de la embajada mientras no estaban. Una pareja del mismo sexo de la embajada también informó haber sido objeto de insultos anti-gay, incluido lo que parecían ser palabras denigrantes garabateadas sobre su camioneta todoterreno. (No quedó claro si aquellos incidentes tuvieron algo que ver con las fuerzas de seguridad.)
El hecho sospechoso de que oficiales de la CIA parecían haber sido golpeados primero y desproporcionadamente por ruidos raros y enfermedades—al menos cuatro personas conectadas a la pequeña estación de La Habana reportaron síntomas, y también un oficial de la CIA que posteriormente vino a la isla en misión temporal —llevó al personal de la agencia a suponer que los ncidentes eran alg n tipo de hostigamiento o intento de espionaje electrónico dirigido a oficiales de inteligencia, según funcionarios.
Basándose en la teoría de la CIA de que los oficiales posiblemente habían sido blanco de algún tipo de arma sónica, los médicos del gobierno entraron en contacto con un especialista de oídos, nariz y garganta de la Escuela de Medicina Miller de la Universidad de Miami.
El doctor Michael Hoffer reafirmó las sospechas iniciales de la CIA, oficiales dijeron, encontrando que los diplomáticos habían sufrido daños en el oído interno, aparentemente por causa de alguna fuerza externa.
“Pensé que habían sido blanco de un ataque,” dijo recientemente. “Todavía creo que fueron blanco de un ataque.”
Hoffer notó mareos en 23 de 25 pacientes y pérdida de audición en ocho de ellos, a pesar de no tener resultados anteriores como punto de referencia acerca de su audición. (Reportó que solo seis pacientes, o 24 por ciento, sufrieron dolores de cabeza—un hallazgo que interpretó como inconsistente con el diagnostico de lesión traumática cerebral ligera.)
En La Habana mientras tanto, diplomáticos estadounidenses de alto rango revelaron tardíamente los incidentes a la plantilla diplomática a finales de marzo de 2017, dejando a muchos de ellos molestos porque información sobre un posible peligro para sus familias había sido retenida. El personal de la embajada fue avisado de mantenerse en guardia para detectar cualquier ruido extraño, y alejarse rápidamente—“quitarse de encima de la X,” como decían los oficiales de seguridad—si escuchaban algo.
En las siguientes semanas, más de 130 empleados de la embajada y sus parientes solicitaron atención médica, de una comunidad que incluía solo 53 diplomáticos, algunos de los cuales eran solteros o no acompañados. Del grupo, 34 fueron trasladados a Miami para evaluación adicional.
Aunque Dr. Hoffer ha argumentado que sus diagnósticos eran más “puros” porque no estaban distorsionados por la atención mediática que empezó en agosto de 2017, diplomáticos que prestaron servicio en La Habana dijeron que había una preocupación extendida acerca de los peligros, y un temor casi palpable entre un grupo más pequeño del personal de la embajada.
“Cuba se considera un puesto de alta amenaza y alto estrés,” dijo un oficial que sirvió en la embajada. “Antes de ir a Cuba, nos lo martillean en la cabeza: habrá vigilancia. Habrá equipos de escuchas en su casa, probablemente en su auto. Asuman que siempre les están observando. A alguna gente, esto les pone en una mentalidad de alto estrés, en una modalidad de anticipación de amenaza.”
El ritmo de incidentes reportados y diagnósticos positivos se intensificó en abril y mayo de 2017, mientras el personal de la embajada llenaba una sala de alta seguridad para escuchar frecuentes informes sobre la situación.
Un diplomático que había estado escuchando lo que suponía que eran cigarras en su jardín escuchó una grabación del ruido que había hecho un oficial de inteligencia, y quedó convencido que era el mismo sonido. Tanto el diplomático como su mujer, quienes no se habían sentido enfermos antes pero estaban bajo estrés inusual, fueron diagnosticados como afectados en Miami, dijeron oficiales.
Poco después, el diplomático advirtió a su vecino en La Habana, un diplomático canadiense que también había estado escuchando en su jardín durante la noche el ruido que parecía de cigarras. Aquel diplomático y su familia se fueron de Cuba también. Después, dijo un oficial, fue confirmado que una persona de la familia del diplomático fue el primero de 10 casos canadienses que serían diagnosticados.
En contraste con el Departamento de Estado, el ministerio de relaciones extranjeras canadiense había adoptado una postura escéptica ante el problema, evitando cualquier discusión de ataques y enfatizando que no tenía ninguna razón para sospechar que el gobierno cubano estuviera involucrado. Pero, después de volver a Canadá, algunos de los que habían informado que se sentían enfermos (incluidos dos niños) buscaron tratamiento por su cuenta en la Universidad de Pennsylvania. Aunque solo dos de los canadienses habían dicho que escucharon algo parecido a los ruidos extraños reportados por los diplomáticos americanos, se detectaron síntomas similares en algunos de los diez, dijeron oficiales. Entonces, el gobierno canadiense anunció que ya no iba a mandar familias de diplomáticos a La Habana y se juntó al grupo de tareas estadounidense en capacidad de observador.
En la embajada de los Estados Unidos, los diplomáticos empezaron a reportar una variedad de temibles experiencias: Al menos dos pacientes escucharon sonidos largos y estridentes en su jardín durante horas. Una funcionaria veterana de mediana edad creó que estaba sufriendo migrañas después de un incidente raro en su casa, que fue seguido por una sensibilidad dolorosa a la luz. Un diplomático más joven fue golpeado de repente con un ruido agudo y ondulante que pareció casi paralizarlo mientras estaba en la cama en un piso alto de un concurrido hotel de La Habana, el Capri, en una habitación con vista al mar. Un médico gubernamental en misión temporal en Cuba reportó después un incidente parecido en el mismo hotel.
Dos incidentes más sucedieron en agosto en el Hotel Nacional, un establecimiento icónico que es propiedad del gobierno cubano, mientras la CIA estaba cerrando su estación. En medio, algunos diplomáticos dijeron que se habían sentido enfermos a pesar de no haber escuchado ningún sonido. De los 21 pacientes evaluados en Penn, 12 dijeron que sintieron una extraña sensación de presión o vibración antes de que empezaran sus síntomas. Pero Hoffer dijo en una presentación reciente que había visto aproximadamente dos docenas de pacientes que pensaban que habían sido afectados, pero fueron clasificados como “preocupados saludables.”
Los que sí se enfermaron representaban un muestrario bastante amplio del personal, desde mujeres más mayores quienes habían sufrido problemas médicos en el pasado hasta al menos tres hombres jóvenes y atléticos. (La edad media de los pacientes varones fue 39, de las mujeres, 47.) Un experimentado oficial de seguridad encargado de lidiar con el problema también fue entre los afectados, según funcionarios.
En pocas semanas, empezó a quedar claro que los síntomas de los diplomáticos no seguían el patrón típico de las conmociones cerebrales leves. En vez de ser más pronunciadas después de la lesión inicial y después retroceder a través de semanas o meses, los síntomas frecuentemente empezaban a aparecer días después de la supuesta exposición, y a veces empeoraban semanas o meses más tarde.
Con información a veces contradictoria de diferentes médicos, la oficina médica del Departamento de Estado ha determinado cuales de los diplomáticos están “mediamente confirmados” como lesionados. Varios de los afectados se quejaron de que el servicio médico parecía especialmente preocupado con sacar a los pacientes su estatus de evacuados médicos después de irse de La Habana, situación que obligaba el departamento a pagar por los gastos diarios. Los diplomáticos también se quejaron de que el departamento fue lento en conseguir atención medica adicional.
“Cuando la gente pedía evaluaciones medicas más avanzadas o apropiadas, fueron rechazados, y les dijeron ‘Esta es nuestra política,’” dijo un oficial. “Fueron muy inflexibles.”
El oficial médico jefe del Departamento de Estado, Charles Rosenfarb, dijo que su oficina solo empezó a buscar especialistas en lesiones cerebrales después de determinar que los problemas de los diplomáticos “probablemente no estaban localizados en el sistema acústico.” Según el estudio de la Universidad de Pennsylvania, los médicos allí completaron sus exámenes de los pacientes de Cuba un promedio de 203 días, o casi siete meses, después de su primera exposición. (Una reciente investigación interna concluyo que el servicio médico respondió a la situación de una forma “competente y profesional.”)
Durante el curso de 2017, oficiales de la CIA abogaron por un ataque probable durante reuniones entre agencias, sesiones informativas para otros oficiales de Estados Unidos, y sesiones informativas para oficiales de inteligencia extranjeros, frecuentemente señalando a las fuerzas de seguridad cubanas como sospechosos y a veces sugiriendo también una posible participación rusa.
“Aseveraron que esto era un ataque y que algún arma nueva había sido utilizada, un arma que no habían podido identificar todavía,” dijo un oficial de inteligencia europeo que recibió un informe sobre el asunto el año pasado. “También acusaron a los cubanos de estar involucrados, algo que para mí no tiene ningún sentido. La CIA también sugirió que los rusos podían haber estado implicados. Conozco a los rusos bien y sé de lo que son capaces—tenemos mucha experiencia con ellos—pero lo que vi no me persuadió. Sencillamente tenían un caso débil.”
Pompeo, quien era entonces el director de la CIA, se mostraba menos escéptico, dijeron funcionarios. Movido por la ira de algunos oficiales de la CIA y su temor a una amenaza continuada, Pompeo decidió no esperar más aclaraciones. Aunque Cuba seguía siendo un eje de actividad de inteligencia de Rusia, Corea del Norte y Venezuela, el trabajo del menguante equipo de la agencia en La Habana tenía una prioridad considerablemente menor que antes. Cuando se desarrollaron los problemas de salud, el jefe interino de la estación era un agente joven e inexperto que ocupaba su primer cargo en el extranjero.
Antes de la mitad del verano, Pompeo ordenó que se cerrara la estación de La Habana y que sus oficiales regresaran a casa. El complejo movimiento logístico se mantuvo en secreto. Pero reverberó intensamente en la política general de Estados Unidos hacia Cuba, que ya había comenzado a cambiar.
En mayo, viendo la mano de los servicios de seguridad cubanos, la administración Trump expulsó a dos diplomáticos cubanos que se creía eran agentes de inteligencia que trabajaban de manera encubierta. Unas semanas más tarde, la Casa Blanca anunció la primera de varias medidas destinadas a revertir partes de la apertura iniciada por la administración de Obama y volver a restringir los viajes y aplicar otras restricciones.
Mientras el entonces Secretario de Estado Rex Tillerson consideraba las opciones en las semanas posteriores, decidió que, si la CIA no podía proteger a sus espías, sus diplomáticos eran al menos igualmente vulnerables, dijeron las autoridades. Aunque más de 30 diplomáticos y cónyuges de la embajada firmaron una carta solicitando que se les permitiera permanecer en La Habana, prosiguió con drásticos recortes de personal, que se hicieron permanentes poco antes de que Tillerson fuera despedido en marzo.
La retirada que ordenó el Departamento de Estado dejó solo un esqueleto de personal en la isla: De unos 53 diplomáticos, el número se redujo inicialmente a menos de una docena antes de estabilizarse en alrededor de 15. El gobierno también obligó a Cuba a enviar a casa a todos menos a ocho de los aproximadamente 25 diplomáticos que había destinado previamente a Washington.
Más recientemente, la administración de Trump ha pasado de advertencias a los viajeros estadounidenses a un regreso a la retórica de la Guerra Fría. En su discurso en Miami, justo antes de las elecciones de mitad de período (en las que tres republicanos cubanoamericanos se postularon para escaños en la Cámara de Representantes en el sur de Florida), Bolton arremetió contra una “troika tiránica” y un “triángulo de terror” entre Cuba, Venezuela y Nicaragua.
En un momento importante de transición política en Cuba, con el presidente Miguel Díaz-Canel reemplazando a Raúl Castro en abril pasado, los informes de inteligencia estadounidenses desde la isla han disminuido, dijeron las autoridades. Las restricciones también han creado dificultades para los cubanos que durante mucho tiempo han sido de especial preocupación para los grupos cubanoamericanos en Estados Unidos.
El mermado personal diplomático en la embajada estadounidense ha tenido que reducir los contactos con activistas de derechos humanos cubanos, periodistas independientes y otros, dijeron los funcionarios, incluso en momentos en que un grupo de funcionarios de línea más dura bajo el mandato de Bolton y Pompeo han criticado más agresivamente las políticas de derechos humanos de Cuba desde Washington y las Naciones Unidas.
“Solía haber un funcionario que tenía contacto diario con nosotros\", dijo una destacada disidente, Marta Beatriz Roque, en una entrevista telefónica desde La Habana. “Ahora todos están haciendo varios trabajos. Es como un equipo de pelota en el que tienen que jugar de pitcher, catcher, de todo\".
La disminución en el flujo de turistas estadounidenses hacia Cuba ha afectado a pequeños restaurantes familiares y personas que alquilan sus apartamentos a turistas, a menudo mediante el creciente servicio de Airbnb en Cuba. Las pequeñas empresas cubanas, que habían sido una prioridad para los funcionarios consulares estadounidenses, también se han visto obstaculizadas por la imposibilidad de sus propietarios de viajar a Estados Unidos a buscar suministros, según señaló un nuevo informe del Servicio de Investigación del Congreso.
Lo más importante es que la eliminación de todos los servicios consulares, excepto los de emergencia, en la Embajada de Estados Unidos ha provocado una disminución dramática en el número de visas emitidas a los cubanos que desean viajar para visitar a familiares o mudarse permanentemente a Estados Unidos.
Bajo un acuerdo suscrito en 1994 que puso fin a una oleada de balseros cubanos que cruzaron el Estrecho de la Florida, Washington prometió aceptar el ingreso de al menos 20,000 inmigrantes cubanos a Estados Unidos cada año, además de aquellos reclamados por parientes cercanos que son ciudadanos estadounidenses. (El número promedio de cubanos admitidos por Estados Unidos durante los primeros 20 años del acuerdo fue de más de 32,000 anualmente). A lo largo de los primeros 10 meses del año fiscal en curso, solo 3,195 cubanos recibieron visas de inmigrante, según muestran las cifras oficiales.
Cuando se le preguntó si la administración Trump haría algo para abordar el hecho de que Estados Unidos no respetara el acuerdo migratorio, un portavoz del Departamento de Estado dijo que la agencia aún está ofreciendo entrevistas consulares a los cubanos, pero solo si pueden pagarse un viaje a la Embajada de Estados Unidos en Georgetown, Guyana. Los cubanos y los cubanoamericanos se han quejado amargamente de que el arreglo es un obstáculo a menudo insuperable para personas cuyo salario gubernamental promedio es de poco más de $30 al mes.
La Embajada de Estados Unidos en La Habana ha dejado de aceptar por completo las solicitudes de asilo. Después de admitir al menos a 177 cubanos como refugiados en el año fiscal 2017, Estados Unidos no admitió a ninguno en los primeros 10 meses de este año. (De aproximadamente 54,400 cubanos que se convirtieron en residentes permanentes legales de Estados Unidos en 2015, 88 por ciento fueron clasificados como refugiados.
“Ha sido un terrible error reducir el personal en la embajada\", dijo Francisco Hernández, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, el grupo de presión que durante mucho tiempo dominó la política cubanoamericana en Washington y Miami y que históricamente se ha alineado con los republicanos. “¿Para qué? Dicen que todavía no saben qué pasó. Lo que tenemos que hacer es abrir nuestros recursos y nuestro apoyo a la sociedad civil en Cuba. Si esa gente empieza a desaparecer, olvídalo.”
El senador Marco Rubio, de Florida, quien apoyó firmemente la retirada de los diplomáticos y ha alentado las políticas de confrontación más amplias de la administración Trump hacia Cuba, se negó a responder a preguntas sobre el impacto negativo de la retirada en activistas, pequeños empresarios cubanos y sus propios constituyentes cubanoamericanos.
Desde que Pompeo reemplazó a Tillerson en el Departamento de Estado en abril, dijeron funcionarios, ha adoptado una postura mucho más activa en cuanto al misterio de La Habana, estableciendo un grupo de trabajo y reforzando la investigación. Este esfuerzo más amplio ha recibido más recursos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, los Institutos Nacionales de Salud, el Departamento de Defensa y el Departamento de Energía, entre otros.
Los tecnólogos del Departamento de Defensa y otras agencias también han intensificado los esfuerzos para intentar determinar qué tipo de arma previamente desconocida podría haber causado las lesiones que diplomáticos y espías han sufrido en La Habana. Hasta ahora, sin embargo, esos esfuerzos han sido en vano.
Este año, dijeron oficiales, algunos científicos apoyaron la teoría de que la radiación de microondas podía ser una posible explicación. Rusia había experimentado con la tecnología durante décadas, desde el uso de la energía de microondas por parte de los soviéticos para vigilar la Embajada de Estados Unidos en Moscú empezando en los años cincuenta. También se sabe que es capaz de producir la sensación de sonido como parte de lo que se llama el efecto Frey.
Pero otros científicos se muestran muy escépticos sobre la hipótesis de las microondas. En parte, esto se debe a que muchos consideran que los peligros de la exposición regular a microondas de bajo nivel de fuentes como torres de comunicaciones no están probados. Funcionarios dijeron que la teoría de las microondas también ha sido descartada por expertos que creen que las microondas lo suficientemente intensas como para dañar el cerebro tendrían que calentar o quemar otros tejidos.
Algunos científicos han sugerido la tecnología de pulso electromagnético, o radiofrecuencia de pulso, o incluso láser como posibles causas. Otros han argumentado que el ultrasonido o infrasonido podría haber sido el “mecanismo de lesión.” Pero en todas esas teorías existen lagunas sustanciales, en muchos casos porque las circunstancias físicas de los incidentes en La Habana hubieran hecho que esas tecnologías fueran difíciles de implementar. En un informe aún clasificado que se preparó a fines del año pasado, el FBI descartó la posibilidad de que se hubiera utilizado un arma sónica, dijeron funcionarios.
Los investigadores continúan examinando si los diplomáticos resultaron lesionados por un mal funcionamiento de un dispositivo de vigilancia electrónica que puede haber sido usado por las fuerzas de seguridad cubanas. Sin embargo, hasta el momento no se ha descubierto evidencia de dispositivo o tecnología de este tipo en los registros de los hogares de los americanos en La Habana, dijeron funcionarios.
A medida que disminuye la lista de posibilidades, resuena otra pregunta: ¿Es plausible que una potencia extranjera pueda desarrollar en secreto un arma tan nueva que los científicos estadounidenses ni siquiera pueden identificarla y después desplegarla de forma encubierta y repetida, en un entorno altamente monitoreado como La Habana, sin dejar rastro alguno?
James Giordano, neurólogo del Centro Médico de la Universidad de Georgetown, fue reclutado por el Departamento de Estado para intentar ayudar a determinar, a partir de las lesiones sufridas por los diplomáticos, qué tecnología podría haber sido utilizada contra ellos. Giordano reconoció que aún no está claro ni dónde estaba ubicaba la lesión primaria en los pacientes.
“Podría ser algo sucediendo en el cerebro,” dijo. “Podría ser algo sucediendo en el oído interno. O ambos. Puede o no afectar los tejidos. Eso hace que sea realmente difícil decir: ’Ahí está el proverbial agujero de bala y la pistola humeante’.”
Giordano, quien ha estudiado las llamadas neuroarmas, dijo que pensaba que el dispositivo tecnológico sospechoso más probable era alguna forma de energía electromagnética pulsante o hipersónica. Dicho dispositivo podría reducirse a aproximadamente el tamaño de un termostato, dijo, pero probablemente funcionaría solo en una sola habitación, incluso aunque se implantaran varios dispositivos simultáneamente para mejorar el efecto.
Algunos expertos en armas han propuesto escenarios similares. Pero funcionarios familiarizados con la investigación advirtieron que esas teorías deben ser comprobadas en las circunstancias físicas trazadas por el FBI: Las paredes y ventanas que un arma tendría que haber penetrado, las calles bien vigiladas que tendrían que transitarse, los vecinos que aparentemente no escucharon ruidos fuertes y penetrantes.
Según la hipótesis de Giordano de un dispositivo de pulsos miniaturizado, los adversarios habrían tenido que ingresar a viviendas unifamiliares o habitaciones de hotel en algunas de las secciones más vigiladas de La Habana, la capital de lo que generalmente se considera un estado policial. Si retiraron los dispositivos antes de que los encontraran, habrían tenido que irrumpir en cada lugar al menos dos veces.
Semejante escenario les pareció inverosímil a oficiales y antiguos oficiales de inteligencia. En entrevistas, esos oficiales dudaron si incluso los mejores agentes de inteligencia rusos, por ejemplo, tendrían la motivación o habilidad para atacar en repetidas ocasiones a estadounidenses en La Habana sin dejar ningún rastro.
El deseo de Rusia de socavar el poder estadounidense en el hemisferio occidental y su larga presencia en la isla, la ha convertido en sospechosa entre los funcionarios estadounidenses desde el principio. Conforme Washington ha reducido su presencia en Cuba, Rusia también ha pasado a fortalecer aún más sus lazos económicos y de seguridad con la isla. El presidente ruso, Vladimir Putin, fue anfitrión de Díaz-Canel en una visita oficial la semana pasada, prometiendo préstamos para comprar armas rusas y lazos estratégicos todavía más fuertes.
Aun así, Rusia parecería tener poca razón para vigilar la actividad de espías y diplomáticos americanos de relativamente bajo nivel en Cuba, dijeron antiguos oficiales de inteligencia, y probablemente no tomaría el riesgo de ataques serios y gratuitos contra personal americano.
“Si lo están haciendo, tiene que tener un propósito de espionaje,” dijo el antiguo sub-jefe de operaciones rusas de la CIA, John Sipher. “Los rusos son increíblemente atrevidos, increíblemente implacables. Pero no estoy al tanto de que hayan realizado operaciones diseñadas solamente para dañar a americanos.”
Oficiales de seguridad nacional dijeron que a pesar de una búsqueda exhaustiva de señales de inteligencia y otros medios, todavía no han encontrado ninguna información que claramente implique a los rusos, ni siquiera circunstancialmente. Varios funcionarios disputaron específicamente la precisión de un reciente informe de prensa que afirma que las intercepciones secretas de comunicaciones electrónicas han demostrado que los rusos son “el principal sospechoso” de los incidentes en Cuba.
Aunque equipos del FBI han visitado Cuba al menos seis veces, su investigación sobre el terreno en La Habana ha sido limitada, dijeron autoridades. En muchos casos, los agentes solo pudieron ver casas, apartamentos o habitaciones de hotel en los que los diplomáticos fueron afectados mucho después de haber ocurrido los hechos. Algunos funcionarios estadounidenses también dijeron que hasta ahora el gobierno cubano no ha entregado algunas de las imágenes de video vigilancia que el FBI ha solicitado de las áreas donde vivían algunos de los diplomáticos. En su mayor parte, los funcionarios del FBI han enfatizado la cooperación del gobierno cubano con su investigación. El FBI se negó a comentar para este artículo.
La agudizada crítica de Cuba por la administración Trump ha contrastado con los elogios de Pompeo a la respuesta del gobierno chino al problema en el consulado estadounidense en la ciudad sureña de Guangzhou. Un portavoz del Departamento de Estado declinó explicar la discrepancia, o especificar qué acciones Cuba no había tomado en respuesta al pedido de Washington de proteger al personal estadounidense.
Un caso en el cual el FBI inspeccionó relativamente rápido el sitio de un incidente fue el de una joven que escuchó un ruido en su casa en La Habana a fines de mayo. Incluso en ese caso, los agentes del FBI no estaban en la isla en ese momento, pero llegaron aproximadamente una semana después. Oficiales dijeron que los agentes no encontraron nada que contradijera la conclusión de las autoridades cubanas sobre una bomba de agua ruidosa, y un funcionario dijo que se mostraron escépticos de que se hubiera producido algún tipo de ataque, a pesar del diagnóstico posterior de la mujer.
Del mismo modo, los agentes del FBI no han podido encontrar más vínculos entre los casos de La Habana y la experiencia de una agregada comercial de 31 años en el consulado de Estados Unidos en Guangzhou, Catherine Werner, quien cayó enferma en el otoño de 2017, en medio de una serie de informes de prensa sobre “ataques” sónicos en Cuba. El caso de la mujer es el único de China que los médicos del Departamento de Estado han vinculado a los diplomáticos de La Habana.
“Conforme pasa el tiempo, tengo que preguntar: ¿Cuál es la explicación más lógica?” dijo un funcionario que estaba previamente convencido de que los colegas diplomáticos habían sido atacados. “No niego que hayan tenido síntomas. Pero, tengo que preguntar: ¿Qué significa la aparición gradual de síntomas conforme pasa el tiempo? ¿Son realmente repercusiones de un ataque? ¿Lo están repitiendo mentalmente, y entran en juego los factores psicológicos y de estrés?”
Quienes han sido afectados han rechazado enérgicamente (y a veces con enojo) cualquier idea de que factores psicológicos podrían ser parte de la ecuación médica. “La mayoría de ellos cree que fueron atacados,” dijo un diplomático. “Si les preguntas a los canadienses, dirían que también fueron atacados.”
Durante meses, el Departamento de Estado dudó sobre si se debía describir lo que sucedió como “ataques” a los diplomáticos. Funcionarios de la CIA que inicialmente argumentaron que sus colegas habían sido atacados a propósito, se han distanciado de esa afirmación más recientemente, dijeron funcionarios.
Pero la postura pública de la administración Trump solo parece haberse endurecido. Desde que asumió el mando del Departamento de Estado, Pompeo ha descrito inequívocamente los incidentes como ataques, y sus nuevos subordinados rápidamente han seguido su ejemplo. El personal del Consejo de Seguridad Nacional, que ahora tiene a un firme adversario del régimen cubano, Mauricio Claver-Carone, como su principal oficial de política de América Latina, también ha intensificado la retórica, dijeron funcionarios.
Aunque algunos especialistas externos han planteado preguntas sobre si los diplomáticos podrían ser víctimas de algún tipo de enfermedad psicógena masiva, o “histeria masiva\", los médicos que han evaluado a los pacientes o revisado sus historiales descartan esa posibilidad.
En los últimos meses, algunos funcionarios han planteado preguntas sobre las dificultades continuas de algunos de los pacientes de La Habana, incluyendo a varios que dijeron creer haber sido monitoreados o incluso seguidos de forma subrepticia mientras se encontraban en Estados Unidos. Los agentes del FBI han investigado diligentemente esos supuestos incidentes, pero no han podido corroborar ninguno de ellos, dijeron funcionarios.
Algunos expertos médicos también se han preguntado si algunos diplomáticos podrían haber sufrido un trastorno neurológico funcional — una alteración del sistema nervioso central, algunas veces desencadenada por una enfermedad o trauma, que puede afectar a un sistema de órganos incluso cuando no hay señales de daño estructural. Semejantes trastornos incluyen el síndrome del intestino irritable, la fibromialgia y la fatiga crónica. Pero también pueden afectar el equilibrio y la cognición en formas como las que han experimentado los pacientes de La Habana.
Un síndrome que se planteó en respuesta al informe de febrero de los médicos de Penn, es un trastorno funcional llamado mareo postural-perceptivo persistente, o PPPD (por sus siglas en inglés). Esa condición, conocida por la abreviatura “3P-D\", se caracteriza por mareos, vértigo y, a menudo, por otros trastornos neurológicos. Puede desencadenarse por trauma físico, un ataque de pánico o incluso la ansiedad crónica.
Expertos médicos como Stone, el neurólogo de la Universidad de Edimburgo, dijeron que el PPPD no abarcaría algunos de los síntomas reportados por los pacientes de La Habana, como dificultades cognitivas, dolores de cabeza y trastornos del sueño. Pero dijo que la condición comúnmente puede ocurrir junto con migrañas o problemas cognitivos.
Durante meses, algunos de los diplomáticos de La Habana sintieron que su condición no era tomada tan en serio como se debía en medio de la reorganización caótica del departamento emprendida por Tillerson. La burocracia administrativa y médica del Departamento de Estado fue lenta para proveerles tratamiento adicional después de sus evaluaciones en Miami, otorgarles los descansos necesarios e incluso cubrir sus cuentas médicas, dijeron funcionarios.
Conforme se preocupaban más, algunos de los pacientes de La Habana tomaron el asunto en sus manos. Al principio, reclutaron representantes del sindicato de funcionarios del servicio exterior para que les apoyaran en el departamento. Algunos también se han reunido con miembros del Congreso cubanoamericanos y otros, que les han defendido enérgicamente. Algunos de los pacientes también contrataron un abogado para que los representara.
Independientemente de cómo se desarrolle la investigación, es probable que esa constelación de fuerzas les dé a los diplomáticos afectados cierta influencia sobre cómo se presentan las conclusiones de lo que pasó en La Habana. Desde ya, los directivos del Departamento de Estado parecen rechazar la idea de que los factores psicológicos podrían haber sido parte de la ecuación médica.
“Cualquier sugerencia de que esto sea algún tipo de histeria masiva es simplemente contrafáctica, y la comunidad médica — todos los médicos con los que he hablado de esto — coincide con esto unánimemente,” aseguró el subsecretario de Estado, John Sullivan, a un grupo de pacientes de la embajada en Cuba en una conferencia telefónica el mes pasado que fue reportada por primera vez por NBC News. “Es real. Sucedió. Y ésos son los hechos.”